El alcohol en los vinos cumple un papel fundamental tanto en la estructura, sensación en boca como en la percepción de aromas y sabores. No es solo un subproducto de la fermentación: es un componente clave que influye directamente en la calidad y el estilo del vino.
Aquí tienes un desglose claro del efecto del alcohol en los vinos:
🍷 1. Sensación en boca y cuerpo
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El alcohol aporta cuerpo al vino. A mayor graduación alcohólica, más viscoso o "pesado" se siente el vino en boca.
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Vinos con más alcohol tienden a sentirse más cálidos, a veces incluso con una sensación de ardor en la garganta si está mal integrado.
👃 2. Percepción aromática
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El alcohol es volátil, por lo tanto, ayuda a liberar y transportar los aromas del vino hacia la nariz.
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Sin embargo, si el alcohol está desbalanceado, puede dominar los aromas, aportando notas alcohólicas o medicinales que tapan los matices frutales o florales.
⚖️ 3. Equilibrio
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El equilibrio entre alcohol, acidez, taninos y azúcar es crucial. Un vino con mucho alcohol pero poca acidez puede resultar plano o empalagoso.
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En vinos dulces (como el Oporto o Sauternes), el alcohol equilibra el dulzor. En vinos secos, debe compensarse con acidez y estructura tánica.
🔥 4. Sensación térmica
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El alcohol da una sensación cálida al final del trago (retrogusto). Si esta calidez es muy pronunciada, se dice que el vino está desequilibrado.
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Un alcohol bien integrado no se percibe de forma agresiva, sino como parte armónica del conjunto.
📈 5. Nivel de alcohol y estilos de vino
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Vinos ligeros: 10–12% vol. → suelen ser frescos, frutales (ej. Riesling alemán, Pinot Grigio)
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Vinos medios: 12.5–13.5% vol. → equilibrio típico en muchos vinos de mesa (ej. Merlot, Tempranillo)
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Vinos con cuerpo: 14–15.5% vol. → más robustos, cálidos (ej. Zinfandel, Shiraz, Amarone)
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Fortificados: 16–20% vol. → como el Oporto, Jerez o Marsala (se añade alcohol de forma deliberada)
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